martes, 22 de septiembre de 2015

Perseidas


¡Qué fácil es verte!, basta cerrar los ojos, o ni siquiera cerrarlos, solo pensar en ti. Te me apareces tan real como si estuvieras a mi lado, siempre a mi lado, rozándome con tu piel, tocándome con tus manos, aferrada a mi brazo como babosa a la roca. Basta cerrarlos digo y te veo, hembra única a la que me entrego con pasión, con lujuria, hembra mil veces inventada, tan cálida y sensual que consigue aturdirme, hembra que enciende mis sentidos, molde que encaja como pieza de puzle. Eres tan yo, tan mí mismo que te disuelves en mí, por todo mí ser, te propagas sin piedad por mis entrañas, las recorres como el huésped que ocupa la casa ajena, deshacerte como bola de algodón, azucarillo en la taza de café, diluida en mis sueños, en mi vida porque existes, andas sin saber que me buscas pero buscándome, tú también, soñándome tú también, soñando que te sueño, que te busco, ¿vivo?, en mí. Relámpago, rayo, trueno, la tormenta que se avecina, primero un viento entrecortado, a ráfagas, unas gotas dispersas, chispea, el preludio, ya sintiéndote, la lluvia que comienza, cada vez más intensa, mar bravío, antes en calma, enarbolado por ti, por ti que te pienso, que me piensas, los dos inmersos en una sinfonía perfecta, armoniosa, pensándonos ya juntos, aunque tan lejos, o tan cerca, ¿dónde? Eres mi Dalila, mi Eva, mi Dulcinea. Yo tuyo ya, ¿no lo ves? Te deshaces de mi abrazo y echas a correr, tus pasos alejándose de mí, dulce composición aunque dolorosa, tus piernas, dos columnas de porcelana, de alabastro, dos tallos de la flor más bella. No te alejes, ven. Mírame. Yo soy tú. Me miras con mis ojos y te ves en ellos, espejo infinito, mis pupilas encendidas reflejándote, hasta en mis retinas te me introduces, que digo en mis retinas, en mi cabeza, mis neuronas, tuyas, tan bella, imposible no amarte. Aún recuerdo cuando te vi, la primera vez, solo  un destello, un esbozo en mis sueños, en mi vida, me desperté sobresaltado, sudaba, tus ojos, dos zafiros azules, dos fogonazos luminosos, dos luciérnagas en la noche. Te vi la tarde anterior, ahora lo recuerdo, descendías por una cuesta, nos cruzamos, segundos, tu mirada el absoluto, el todo, lo único que vi, como el sol, me cegaron tus ojos. A partir de entonces, soñarte, crear un cuerpo de la nada, del todo. No vi más que eso. Tu burka me lo impedía, eclipse lunar. Mejor así, el deseo asomando por la rendija, ventana suprema, el paraíso, balcón por el que ahora trepo. Me viste, pasaste como estrella fugaz, perseidas en la noche. En mí el volcán. La inminente erupción, latente, quemándome por dentro, bullendo como lava recién nacida, magma incandescente, otra vez, es la vida, es el amor y el dolor, los sentimientos. Venid a mí. Estoy vivo. Pedí un deseo; volver a verte, volver a verte, volver a verte…el Todo, mi Todo, Tú.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Libertad


¡La libertad está en el interior de cada uno! El canto de los pajarillos resonaba en los muros, rebotaba como eco en una montaña, la sinfonía evocaba otros escenarios, otros tiempos, otras historias vividas, evocaba un bosque florido, y un arroyo plateado y el rumor de una pequeña cascada, y el zumbar de unos insectos, la calidez de una brisa, el temblar de las hojas de los árboles, altos y frondosos, apuntando un cielo azul como el océano al mediodía, sin nubes perturbadoras, sin viento, cielo limpio de estorbos, algún vuelo de unas águilas en círculo, como rito tribal, acechando su presa, un pequeño conejo que se esconde, que da saltitos hasta su madriguera, pero no la encuentra y se mueve casi sin rumbo, sin encontrar su agujero. Perseguido sin sospecharlo o si, ciclo de la vida ¿qué vida?, parte de un engranaje caótico, imperfecto pero seguro, o perfecto, es lo mismo, la vida, júbilo que pasa tan fugaz como un abrir y cerrar de ojos, inexplicable para el hombre que se lo pregunta, ¡cuán felices si no pensáramos, si no divagáramos con nuestra filosofía, con nuestros platones y Aristóteles y todos los ilustres pensadores. Pensar ¿para qué? La rata no piensa, el conejo corre y come, y salta y huye del águila o del zorro, sin pensar. El canto venía de fuera, cruzaba la ventanita, pequeña apertura crucificada de barrotes, e inundaba la celda con su melodía de salón. Ópera de cámara, resurgir de cantares, renacimiento de otras mañanas. Al prisionero le recordaba a los despertares en el campo, a la ventana abierta por donde penetraban los rayos de sol como espadas afiladas, puntuales, los primeros que le acariciaban la cara, le calentaban el cuerpo, las sábanas, le recorrían el cuerpo como caricias de mujer, de su mamá que lo llamaba para desayunar. Ya el piar de los pájaros sonando, melodía sublime para el entonces niño, se quedaba remoloneando en la cama, despierto, solamente escuchando, empapándose de los sonidos que poco a poco lo despertaban, los pájaros, el sonido de la cafetera, su mamá llamándole…en la celda ahora el mismo sonido, trompetas del ayer, ¿encerrado? Recordaba las carreras hasta el arroyo, el frescor de la hierba al rozarle las pantorrillas desnudas, las salpicaduras de esa agua fría al pisotear la orilla, ¡cómo disfrutaba! ¡Cómo disfruta ahora, recordándolo en la celda, viviéndolo en la celda! Casi podía volar, ¿había volado de verdad? Ahora sí, ahora caminaba sobre el agua, sobre el arroyo que se le extendía como alfombra roja, pasarela que lo elevaba, que lo llevaba lejos, sus pies de repente no tocan el arroyo, flota en el aire, vuela como un ave poderosa, ¿ave fénix? Resurgido de sus cenizas, de la celda que lo mantiene preso, ¿encerrado? Para ti que lo ves a través de los barrotes puede que sí. Para él, místico renovado, no. Él es libre y está lejos de allí. Está volando, y es feliz. La inscripción lo ponía claro; “la libertad está en el interior de cada uno”.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Ella

La chica que entra al cafetín. Viste pantalones vaqueros, camiseta negra, ajustada, sin mangas, desenfadada pero elegante. Hermosa. Hay mujeres tan elegantes, con un aura tan seductor, que no necesitan disfrazarse, simplemente son elegantes. Esta tan seductora como Afrodita, tan sensual como Cleopatra, tan bella y natural como el busto de Nefertiti. Ojos de pantera que penetran en el local y lo enciende. Faro que alumbra y guía las voluntades masculinas. El chico que gira la cabeza, que mira sus ojos y la sigue mientras ella, poderosa pantera negra, temible morena que muerde, se aposta en una silla, cerca de la barra, cerca del chico, epicentro del terremoto, sirena sin quererlo, sirena sabiéndolo, y se queda embobado, quizás soñando que le dirá o que no le dirá, porque ella tan diosa que paraliza a quien la mira. Él que baja la mirada, batalla perdida contra las olas y naufraga, se aferra al bote frágil, al madero que lo mantiene en vida. Respirará hondo, ya con el veneno inoculado, con el suero recorriéndole sus venas, su cuerpo entero vibrando y en éxtasis por culpa de la depredadora, del macho alfa, el verdadero, de la mujer con vaqueros que ahora sonríe por lo bajo. Se ha dado cuenta, cuatro víctimas, el camarero de antes, ya suyo, ya marioneta que le sirve la cerveza automáticamente, como animal domesticado, sus ojos encendidos al verla entrar, su sonrisa bobalicona, tan entregado que a Ella le hace gracia, tan tierno que se estremece, es poderosa, bebe en un vaso de copa sabiéndose reina del baile, cisne entre patitos feos, blancanieves rodeada de sus siete enanitos. El chico mirando de soslayo, procurando ver sin ser visto, sin que se le note el azoramiento pero ya inútil, la reina tiene un nuevo acólito, un nuevo escriba para su séquito. Se levanta sabiéndolo ya, mirando a su presa que aparta la mirada temeroso, tímido, esa noche soñará con ella, su nueva ninfa, su Antígona, su Penélope, soñará con Ella mientras Ella estará tumbada en su cama, escoltada por dos de sus amantes que se turnarán para adorarla, ella desnuda, abierta como flor en primavera, tan tranquila y silenciosa que parecerá que duerme o que muere, pero en una muerte lenta, plácida, de esas que llegan como susurro o caricia tibia, manto de seda, brisa marina que te arropa. Él soñando con Ella, Ella soñando con él porque todos él, todos la adoran.